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Las mujeres pluriempleadas. Por Paz Gañan

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Ilustración por Reciclamentes. Mujer pluriempleada.

Pertenezco a una generación de mujeres que creímos que era posible liberarnos a través del trabajo fuera de casa, que por fin podríamos superar las ataduras de nuestras madres a la casa y que daríamos el paso definitivo a la liberación de la mujer ¡Qué inocentes fuimos! Algunas además de empezar a trabajar bastante jóvenes con 16, 17 y 18 años, lo compaginamos con los estudios nocturnos, primero en el Instituto y  después en la Universidad. Nos casamos también muy jóvenes y a todo lo anterior le añadimos la familia, la casa, los hijos. No sólo no nos liberamos sino que pasamos a engrosar la legión de supermujeres que trabajaban dentro y fuera de casa. Simultaneamos el cuidado de nuestros hijos y la atención de nuestros padres y conciliamos como Dios nos dio a entender, sin ningún tipo de ayuda en los trabajos y las más afortunadas tirando de nuestras madres cuando podíamos. Y siempre sintiéndonos culpables cada vez que dejábamos a nuestros niños en la guardería o en el colegio, aún estando un poco enfermos. Una generación que, aún a regañadientes, respetaba y obedecía las órdenes paternas, maternas, del tío y del abuelo. Que tenía que salir de casa y casarse, en muchos casos, para romper esas ligaduras. Que formó su propia familia sobre la base del trabajo compartido con su pareja, en la casa, con los hijos. No fue fácil, ni igualitario, ni se dio en todos los casos. Nada fue de color de rosa y muchos quedaron por el camino. Tenemos a nuestros hijos en una campana de bienestar, dónde ellos son el centro. Les concedemos todos los beneficios, les otorgamos todos los derechos, nos volvemos a quedar nosotras con todas las obligaciones y así recreamos otras ligaduras de dependencia de sus vidas a las nuestras y siendo en muchos casos adultos, no hemos sabido enseñarles a volar definitivamente, a respon- sabilizarse de sus vidas. Miro el panorama actual y me siento estafada. Es curioso he pasado de dar envidia a amigas, vecinas y conocidas, que nunca trabajaron fuera de casa a generar pena: «hija no paras, vaya vida que llevas, todo el día de acá para allá, la casa, los hijos, la compra, el trabajo… ¿a ti no te prejubilan, con todos los años que llevas?». No, a mi no me prejubilan, ni me jubilan, ni nada. Efectivamente llevo 35 años cotizando a la Seguridad Social y según la normativa actual me quedan otros 12 más antes de poder acogerme a la jubilación de mi trabajo fuera del hogar. Y digo yo, —que una sociedad como la nuestra que apoya al joven y le forma cada vez mejor, que cuida al mayor  para que estén activos y distraídos, que protege a los parados, a los minusválidos, a las mujeres con problemas… que atiende a los colectivos mas desprotegidos y  por ello me siento orgullosa— también creo que tiene una deuda pendiente con aquellas mujeres que pioneras y silenciosas se integraron en el mundo laboral y compaginaron éste con su vida familiar. Nos hemos pasado la vida anteponiendo las necesidades de todos los que nos rodean a las nuestras. Siempre hemos sido las últimas de la fila… y ahora ya produce un profundo cansancio interior, algo dentro de ti te dice: ¡vale ya, bonita! ¿ya está bien, no?

Tipo Artículo: 

Los Adentros