El parque Calero
El parque del barrio de la Conce, es el Calero. Un frondoso respiro de plátanos, castaños, mimosas, alguna palmera, algún magnolio joven, y grupos de pinos supervivientes de aquel campo polvoriento que fue no hace tantos años. Pequeño para un barrio tan populoso, no llega a siete hectáreas. Para que se haga una idea: tardará en rodearlo unos 15 minutos andando a paso de llegar tarde al trabajo. Si lo atraviesa con pasito de llevar al niño a la guardería tardará el doble y si pretende ensimismarse o quedar con una novia/o... mejor piense en otro lugar.
El parque Calero no es solitario. Cuenta con una fuente, por supuesto; con bancos y juegos para niños, claro; un cine de verano —en obras ahora que es verano...— pero sobre todo hay gente, siempre hay gente. Por la mañana, casi de madrugada, los deportistas corren, andan, se saludan y a veces pegan la hebra... Les llaman los madrugandantes. Durante todo el día llegan los perros paseando a sus amos, mientras los jóvenes juegan en la cancha de baloncesto, y los muy adultos en la de petanca.
Por la tarde y noche multitud de mesas, que los bares plantan en la acera de Virgen de Nuria, se llenan de cervezas y tintos de verano para los vecinos que disfrutan de charla, pincho y sombra.
¿El mejor momento? Cuando muy temprano empieza a llegar el sol por José del Hierro o, al contrario, cuando ya se va y el cielo rojo es el telón de fondo de la Avenida Donostiarra. En esos momentos no hay coches. Los pájaros han podido más.
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