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Amor

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Michael Haneke, nos tiene acostumbrados a un cine perturbador. No siempre por las mismas razones, bien es verdad. No es que meta el dedo en la llaga cuando dirige, sino que entre el cincelado de sus historias penetra su puño entero. Son muchas las películas dirigidas por Haneke, que me han puesto los pelos de punta, (entre otras Funny  games y La cinta blanca); y cómo no, Amor, es el broche que cierra este ciclo hasta que se centre en un nuevo trabajo.

Cuesta un mundo no sufrir con esta historia y situación y también supone un esfuerzo no verse en las mismas circunstancias en la que se encuentran los personajes. Mientras, avanza la historia de Georges (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva), dos octogenarios exquisitos, profesores de música, quienes se están dando cuenta de que el deterioro que sufren sus cuerpos avanza a toda vela. Y mucho más el de Anne.

Amor es una película elegante y degradante entre la desesperación de saber que no se puede hacer más de lo que se hace y que cualquier persona que sufra esa angustia diaria, ese saberse sin ni siquiera las fuerzas para  cargar con una bolsa, ni saber construir de nuevo aquellas grandes charlas que tenían, con sus alumnos, con su hija... Una hija, encarnada por Isabelle Huppert, egoísta y desprovista de sensibilidad y empatía con la situación de sus padres, al no reconocer lo que les sucede, lo que se avecina... Porque no quiere saberlo.

 

Amor tiene cuerpo y andamiaje de premio: En Cannes recibió la Palma de Oro a la Mejor Película. La Academia de Cine Europea, la galardonó como Mejor Película, Mejor director, Mejor Actor y Mejor Actriz. Asimismo está nominada a los Globos de Oro 2013 como Mejor Película de habla no inglesa

Ojalá Haneke continúe por esta senda que tanto perturba, revoluciona  y amamos. No hay nada como contar aquello que todavía puede arreglarse y si no, al menos respetarse.